Cada pared fue menos alta.
No pude dejar de saltar
cuando los muros encontraban
la polvorosa despedida
de la casa
de las cosas
de las gentes
y las formas en que las gentes
se organizan
en círculos
en cofradías
en bandas de rock.
Cuando ningún desgarro
es conocido
hasta el tirón
y los días son tirones
en que
decidís
saludar al viejo del almacén
hojear mil revistas
mirar bien la plaza
llenarte
de
esas
rutinas
de mierda
dichas con orgullo
como punto de origen.
Esa mierda es el calor
que lleva mi sangre.
No pude dejar de saltar
cuando todo se abría
sin fronteras
sobre el cielo barrial.
Ya se van.
Ya me voy
masticando
el premio
a la rebeldía
de frente a sajones desafíos.
Chau de agua.
Chau de polvo.
Chau de desierto.
Everlasting loved ones.