Hubo un
tiempo en que el dolor
fue un gesto
austero.
Las caras de
Jano
dieron
a la humanidad
la primera
incertidumbre:
juzgar la
guerra o la paz
como soluciones
posibles.
Las historias
eran templadas.
La espera de
Penélope
era una madeja.
La maldad del
mundo,
apenas un molino.
El espacio del
llanto
transformó el orbe.
Hubo entonces,
intentos
de rastrear
de la lágrima,
el génesis.
Hubo un grupo
de licenciados
definiéndola
en los bordes
del otoño.
Hubo
coordenadas precisas
en el
silencio de Atacama.
Hubo científicos
vertiendo incluso,
la sangre
de quienes
amaban.
Una prueba
empírica
debió perderse
en la nada.
Hubo una larga cronología
de plañideros.
La
enumeración
de acuíferas inmensidades.
De ojos negros
y pardos.
De ojos
azules, verdes,
violáceos y amarantos.
Se tuvo a
Homero en la cuenta
de los ojos
blancos.
Y con todo
esto,
se alcanzó arremolinar
más el caos.
De codos en
la ventana,
con los
labios levemente separados,
en postal de
noticia estúpida
está el que
descubre
el despliegue
barroco
de llorar.
En la pampa
extensa
es la obviedad
que consuela los siglos.
Y persiste.
#otoño Concurso #otoño Zenda libros
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa vida es un misterio infinito. Me encanta lo que escribis.
ResponderEliminarQue actual te siento lágrima de otoño. Científicos vertiendo incluso, la sangre de quienes amaban. La prueba empírica debió perderse en la nada.
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